SUBIENDO LA FALDA Por Eduardo Carvajal. “Cuando las letras fluyen, el volcán se enciende, las laderas se estremecen y las palabras toman ritmo”

Desde una empinada calle de Manizales. 19/07/2024. Hay tiempos en los cuales la muerte se despacha y de pronto amigos de grandes instancias parten hacia la otra dimensión, entonces la pena enrolla el alma y logra costringuir el corazón.
Visto así el tema, hay que despedir dos hombres que han marchado, dejando tristeza en la pluma del escritor, primero fue un viejo librero de Manizales, a cuyo recinto solíamos pasar en nuestras caminatas por la Avenida Santander a la altura de la calle 57, por el sector de Las Palmas, ‘Don Leo’ nombre cariñoso para Leonel Orozco, un vallecaucano de nacimiento pero caldense de corazón, dueño de la famosa librería LEO LIBROS.
En esta semana próxima a terminar recibí la llamada de un conocido periodista bogotano, Mario Bustamante, quien me comentó sobre el fallecimiento de Don Héctor Raúl Roncería Villalobos, empresario bogotano, patrocinador de diversos oncenos de fútbol aficionado.
A Don Héctor Roncería Villalobos le conocí a mediados de la década de los 70’s en Bogotá, cuando recién comenzaba yo en la radio y su empresa SOLFER & CIA LTDA fue un importante soporte comercial para nuestras primerizas transmisiones radiales.
De a poco la relación empresario-periodista fue cambiando y el tiempo convirtió nuestras charlas en una estrecha amistad, en ocasiones con una cerveza, en otras con unas salchichitas de El Bohemio en el barrio Samper Mendoza, acaso ubicando un lugar en el famoso toldo de viandas de Doña María Luisa (Q.E.P.D.), visitando las tiendas de barrio en el populoso Alfonso López, enclavado en el ahora sector de Galerías, con un almuerzo dominguero donde Las Ojonas, incluso en una calle perdida por Ciudad de México, donde nos pillamos en plena Copa Mundo México 86.
Dirigente que adoraba el fútbol, Don Héctor me permitió hacer parte del equipo administrativo del Club El Cóndor, que él llegó a gerenciar y en el cual fui jefe de prensa y auxiliar logístico en los torneos de la Primera C y luego la Primera B.
Claro, siempre nos unía el fútbol, recordando a quienes fueron sus amigos, como Alfonso Senior Quevedo, presidente de Colfutbol (Q.E.P.D.), León Londoño Tamayo (Q.E.P.D.), los presidentes de la Liga de Fútbol de Bogotá, entre otros, en recordatorios de anécdotas que convertían los minutos en horas.
De ‘Don Leo’ me cuentan amigos de corrillo callejero, con quienes suelo encontrarme por la carrera de los libreros en esta Manizales, que sufrió un accidente en su finca el pasado 30 de junio, fue llevado a la Clínica Santa Sofía, pero allí falleció.
De Don Héctor, una muerte similar, en un accidente casero, de esos nunca pensados, que finalmente culminó con una brillante vida llena de anécdotas y risas.
Fascinante olor de balones viejos o del antiguo linimento para recordar las historietas de Don Héctor, moho en páginas casi olvidadas, inconfundible aroma de un salón librero, para visitar a Don Leonel, dos momentos grabados en la memoria del memorialista, que nunca jamás podré olvidar gracias a mis amigos de calendas.
Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar; Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar; Caminante no hay camino sino estelas en la mar.

Entradas relacionadas